La secuela de Breath of the wild ya está aquí y yo os cuento lo que me está pareciendo
Publicado por Sergio García Esteban el 31/05/2023
Como bien sabréis, frikis, el pasado 12 de mayo salió a la venta The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom. Tenía claro que me lo iba a comprar el día uno, que le iba a dedicar muchas, muchas horas y que lo iba a disfrutar como un niño pequeño. Y así está siendo.
Tras más de 80 horas de juego, os puedo decir que la secuela de Breath of the Wild es una pasada y que, si no lo habéis jugado todavía, ya estáis tardando en hacerlo. Ahora bien, las comparaciones son odiosas, por lo que es inevitable pensar en su predecesor cuando lo estás jugando; más aún si tenemos en cuenta que la “base” del juego es la misma. Tomando esto como referencia, hoy os vengo a hablar de lo que me está pareciendo Tears of the Kingdom y de si considero que es mejor o no que Breath of the Wild.
¿Estáis preparados? ¡Comenzamos!
Sin entrar en spoilers de la trama, Tears of the Kingdom nos sitúa un tiempo después de los sucesos acontecidos en Breath of the Wild, por lo que, cuando recorramos Hyrule, nos vamos a encontrar con un gran número de caras conocidas. Como comentaba en el apartado anterior, este nuevo título toma como base a su predecesor, por lo que todo el mapa se ve prácticamente igual que en el juego anterior, salvo por algunos cambios propios del paso del tiempo. Pero no solo el mapa es casi igual, sino que la forma de movernos, combatir e interactuar con el entorno es idéntica. Esto no es malo, ni mucho menos; simplemente, lo destaco por si todavía no os habéis hecho con el juego, y esperáis encontrar en él algo totalmente revolucionario.
Tears of the Kingdom es, en casi todos los sentidos, un título continuista. La estructura de las misiones principales, al menos hasta donde he llegado yo, es prácticamente idéntica; hay santuarios repartidos por todo el mapa; tenemos libertad, casi desde el primer minuto, para movernos a nuestro antojo por todo Hyrule… pero también cuenta con diversos aspectos que le otorgan una identidad propia, y que lo convierten en un grandísimo juego de los pies a la cabeza.
Al principio, son simples pinceladas, pero a medida que nos vamos adentrando en el título van adquiriendo más importancia, convirtiéndolo en uno de esos videojuegos que, si te gusta el género, debes jugar.
Y es que, si en Breath of the Wild ya teníamos una libertad inmensa no solo para ir donde quisiéramos, sino también para llevar a cabo las acciones (por ejemplo, si teníamos que cruzar un barranco, podíamos talar un árbol y utilizar el tronco como puente; saltar desde un lugar elevado y salvar la distancia utilizando la paravela; escalar por la pared para llegar al otro lado…), en Tears of the Kingdom esto se multiplica por diez. Aquí, literalmente, el límite es nuestra imaginación, frikis.
Si a esto le sumamos una historia entretenida (aunque, como digo, bastante continuista de Breath of the Wild, al menos hasta el punto en el que he llegado yo), un mapa enorme, con más añadidos que la anterior entrega, la posibilidad de mejorar nuestras armas, utilizar distintos tipos de munición… el resultado es un juego de proporciones épicas.
Todavía es pronto para responder a este pregunta, frikis, pues Breath of the Wild lo he terminado y Tears of the Kingdom no. De momento, y teniendo en cuenta lo que he visto, pondría por encima a Breath of The Wild, ya que lo que me hizo sentir este título no lo he sentido con este otro.
El juego que llegó a nuestra recién estrenada Switch allá por 2017 era, simplemente, una obra maestra. Lo que nos ha llegado ahora, aunque es genuinamente brillante, bajo mi punto de vista no ha sido tan revolucionario como la anterior entrega.
Quiero hacer mención especial a la dificultad de Tears of the Kingdom, ya que me está resultando bastante más sencillo que la anterior entrega. Y es que he muerto más veces por torpezas mías (olvidarme de utilizar la paravela para amortiguar un salto, ir de listo y pensar que, con tres corazones y un palo de madera, puedo derrotar a un Bokoblin plateado…) que porque me haya encontrado un verdadero reto en el juego. Los templos (he hecho el del agua, el del viento, el del fuego y el del rayo, desconozco si, más adelante, me encontraré con alguno más), en general, me han resultado bastante sencillos y los enemigos finales han sido casi un mero trámite. Es cierto que las Bestias Divinas no eran el súmmum de la dificultad, pero sí que resultaban un poco más complicadas que lo que nos han presentado aquí.
En suma, Tears of the Kingdom me está encantando, me tiene enganchadísimo, pero no me está emocionando tanto como Breath of the Wild. Cuando lo termine, haré un análisis y, ahí sí, le daré una puntuación. De momento, es pronto para hablar.
¿Qué os está pareciendo a vosotros, frikis? No dudéis en dejarnos vuestros comentarios en redes sociales y compartir el post y darle amor para que llegue a más gente.